Es difícil detectar e identificar a los autores del grooming. Suelen ser hombres que adoptan importantes medidas de seguridad para dificultar la investigación policial, pero hay casos como los que describíamos en Tranki pap@s, basados en hechos reales al igual que en las películas, en los que se ha podido localizar al groomer pese a vivir a cientos de kilómetros de distancia de su
víctima. Queremos recordarlo porque los errores de prevención que cometían nuestros protagonistas Jacinto y Jeni, un padre muy analógico y su hija, que a pesar de tener padre y madre es una huérfana digital de 13 años, siguen siendo los más habituales.
"Una mañana en la que el teléfono de nuestro despacho no nos
daba tregua, se personó en la comisaría Jacinto junto con su hija
Jeni, de trece años. Se le notaba algo más nervioso que de costumbre, hablaba de manera atropellada y vino directo a nuestra mesa
sin dar rodeos. Desde el primer momento nos pareció extraño
que fuera acompañado de su hija, pues era un día de entre semana
y estábamos en horario escolar. Tras intercambiar los correspondientes saludos de cortesía, Jacinto explotó sin que nos diera
tiempo a preguntarle por el motivo de su visita. En apenas unos
segundos, nos relató cómo la noche anterior se había enterado de
que su hija había estado chateando durante meses con un supues-
to amigo de dieciséis años a través «de esos programas de ordenador que a mí ni me van ni me vienen.
Pero el problema no era que su hija hubiera estado chateando
con un amigo por Internet. Jeni le había contado que había cono-
cido a aquel chico un día a través de una red social de adolescen-
tes, que no lo conocía de antes, pero que había visto que era
amigo de una amiga de ella, por lo que no había desconfiado y habían comenzado a hablar enseguida. El amigo llevaba meses
pidiéndole a Jeni, de forma muy insistente, fotos donde se le viera
alguna parte del cuerpo desnuda, preferiblemente partes íntimas
(al propio Jacinto le daba vergüenza hablar de aquello).
Según Jacinto, su hija menor le había contado que, en un pri-
mer momento, se había hecho alguna foto en la que apenas se le
veía nada y que se las había mandado al chico como parte de un
juego a través de Messenger. Pero como la insistencia del joven
era bastante y como ya había recibido algunas fotografías de Jeni,
él había empezado a presionarla para que le enviara más fotogra-
fías e incluso vídeos en los que el contenido fuera más fuerte o, en
todo caso, para que accediera a tener una cita con él.
Cuando el asunto comenzó a írsele de las manos, Jeni prefirió
no decirle nada a su padre, pues sabía que se enfadaría bastante y
terminaría dando gritos por toda la casa reprochándole lo que
había pasado, además de que le quitaría el ordenador del dormito-
rio y la dejaría sin Internet. Temía que se le acabaran el Messenger
y el Tuenti. De ese modo, durante varios meses Jeni había estado
haciéndose fotos con una cámara digital y grabando vídeos de
contenido íntimo para mandárselos a ese amigo pesado que había
conocido por Internet. Y todo ello siempre bajo las amenazas de
que si no continuaba enviándole más material de ese tipo colgaría
en alguna red social o en algún blog todo lo que tenía de ella para
que la gente lo supiera, con la consecuente vergüenza y disgusto
para sus padres, pues nadie sabía nada de ese extraño juego al que
había estado sometida. Al principio había accedido a las peticio-
nes por curiosidad, y después, por miedo, a las amenazas de las
que era víctima, reconoció Jeni.
Como todo tiene un principio y un fin, llegó el día en el que la
menor no aguantó más la situación de acoso a la que estaba some-
tida por su «amigo». Ya no deseaba enviarle más fotos ni vídeos,
no se sentía bien, pero él no dejaba de acosarla con sus amenazas e intentos de quedar con ella. Jeni rompió a llorar y le contó a sus
padres todo lo ocurrido.
Tras la conversación en la que Jacinto nos expuso los hechos,
nos contó que no daba crédito a lo ocurrido durante aquellos
meses, pues ni él ni su mujer se habían percatado de nada. En
aquella ocasión Jacinto estaba hundido, frustrado como padre;
no entendía cómo había podido ocurrir algo así en su propia casa.
Iracundo con su hija, tratamos de calmarlo y hacerle ver que la
responsabilidad de aquella situación era plural, que Internet es
la calle en la que nuestros hij@s pasan gran parte de su tiempo y
que en ella, como en todas las calles, hay gente peligrosa. Jacinto
se marchó aquella mañana con una copia de la denuncia que ini-
ció nuestra exitosa investigación. Creemos que también se llevó
una toma de conciencia sobre qué debería hacer como padre de una
niña de trece años en el siglo XXI."
Páginas 76-78, Tranki pap@s, cómo evitar que tus hijos corran riesgos en Internet. Ed. Oniro. 2012.
Enlaces relacionados:
http://trankipapas.blogspot.com.es/2012/05/como-reconocer-un-caso-de-grooming-o.html
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